Importancia arbitraria

He leído un post en el blog de Qdiz al que no he podido resistir la tentación de responder desde aquí.

Habla sobre lo insignificante de las cosas, sobre los valores absurdos y la hipocresía de la sociedad. Basta con analizarnos a nosotros mismos y a nuestros conocidos más cercanos para darnos cuenta de que lo que dice es cierto. Es suficiente con preguntarnos de donde vienen nuestros valores y cuanto nos los creemos. Teniendo en cuenta que la mayoría de la gente ni siquiera se plantea las cosas que nos son impuestas, sino que las acepta sin más, sin pensar si realmente cree en ellas, es lógico que el conjunto de valores que nos son impuestos por nuestra religión o nuestra sociedad, como los patrones de buena conducta o el sentido de la estética, sean tan frágiles. No es que la gente sea hipócrita, es que los valores que nos han sido impuestos son valores idealistas que no se ajustan a la realidad ni a los sentimientos de los seres humanos, al haberse desarrollado durante siglos como normas que especifican cómo ha de ser una persona perfecta.

Las personas normales no son guapas, ni ricas, ni bondadosas, ni son increíblemente inteligentes, ni saben exactamente qué decir en cada momento como si alguien les escribiera el guión de sus vidas; las personas normales tienen defectos, entendiendo como defecto el no ajustarse a alguno de esos valores que les son impuestos, tienen miedo y dudas, son inseguras y desconocen la mayoría de las cosas. Por eso se cometen errores continuamente y por eso el comportamiento de la gente no se ajusta a esos patrones de buen comportamiento que todos esperamos de las personas que nos rodean. Por supuesto, esta falta de ajuste ente lo que se supone que las personas de nuestro entorno deben hacer y lo que hacen provoca los enfados, que con el tiempo derivan en venganza y finalmente odio, que a su vez provoca desajustes en nuestros patrones de comportamiento, pero esta vez agravados con intencionalidad y conocimiento de causa.

Luego nos quejamos de la hipocresía de la gente o de los problemas del mundo (En el que por si fuera poco chocan entre sí los valores enfrentados de las diferentes culturas). Y es que es normal que haya los problemas que hay, y los hay por una simple razón que es nuestra propia imperfección.

Animo al lector a hacer una reflexión personal sobre lo que realmente considera necesario de todo aquello que le rodea o hace a diario, pero con cuidado, o se dará cuenta de que nada de eso importa realmente, que todo es una lucha incesante en contra de nuestros propios deseos por cumplir con los valores que nos han impuesto.

La realidad es sólo el resultado de que todo el mundo haga lo que le da la gana. Si quieres un mundo mejor, contribuye actuando como crees que debería actuar el resto de la gente contigo, independientemente de que ellos actúen así o no. Si fallas, no te preocupes, nadie puede cumplirlo al cien por cien, hazlo lo mejor que puedas.